20070731

Sacamuelas.

Usted concurrirá a la cita, resignado, se sabe que a casi nadie le atrae mucho la idea de que un completo extraño le introduzca objetos cortantes en la boca, pero igualmente irá.
Al llegar, el recibidor sin ventanas le hará temer por su incierto destino al percatarse de que ya no hay escapatoria, limitándolo a rogar porque sea leve y breve.
Luego de una cierta cantidad de minutos - el número exacto puede variar según el caso- mirando a la pared, lo llamarán por su nombre, con total confianza, y lo invitarán a pasar al sillón. La sola idea de tanto elemento de tortura alrededor lo intranquilizará más que un poco.
Una vez aprisionado entre el reclinable y la cara del enemigo peligrosamente cerca de la suya, le informarán lo que tanto temía: usted será inexorablemente martirizado.
Usted tendrá deseos de huir, llorar y destruir, pero ante la amenaza de una aguja de un espesor intimidante procederá a abrir la boca sólo para callar.
Víctima del desesperante pinchazo en lo que tiene que ser el hueso, procederá a emitir sonidos ininteligibles de auxilio, que serán convenientemente acallados con otro pinchazo más, menos grave que el anterior, dado que el venenoso antídoto primero habrá comenzado a hacer efecto.
Momentos después, el hemisferio en cuestión se encontrará incómodamente adormecido y todos menos usted concordarán en que ya es hora.
Su carne será acuchillada quirúrgicamente y el gusto metálico perpetuo será lo único peor al líquido que de tan rojo es bordó corriendo a caudales por la comisura correspondiente.
Luego el sabor al fluido carmesí se apaciguará sólo debido a que su mente no podrá prestar atención a otra cosa que a la pinza de tamaño proporcional al horror mismo que se inmiscuye alrededor del último inferior izquierdo, (por ejemplo), y la acertada impresión de que le están extirpando de raíz una parte del cráneo.
Al removerle la pieza el verdugo sonreirá despiadadamente -mientras tararea una canción de los años ochenta, que usted creerá parte de su propia imaginación dado que el cerebro ha sido repercutido colateralmente por la narcosis- y se la exhibirá cual trofeo a pesar de la traumática expresión que esto le ocasione a usted.
Mientras se recupera del impacto anterior, usted se dará cuenta que un hilo negro está atravesando sus carnes, pero a esa altura ya nada lo sorprenderá fácilmente.
Encima de los hilajes le pondrán un tejido de algodón que demorará décimas de segundo en colorearse de blanco a rosado oscuro, y le dejará el aspecto de un completo idiota, más allá de que ya se sentirá así de por sí por haber sido engañado y violado, y encima deberá pagar por ello.
El rostro demorará varias horas en recuperar sensibilidad y recién ahí usted se arrepentirá de haber anhelado tanto ese momento, dado que tendrá la sensación de que el cráneo ha sido martillado enérgicamente, aunque en realidad haya experimentado algo mucho peor.
Usted habrá perdido otra cuarta parte de su juicio y la mayor ventaja es que está cada vez más próximo a que cualquier venganza se considere inimputable.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

En cuanto la primera pieza de metal frío se introduzca en la boca -tan abierta que hace arder los labios resquebrajados por el frío-, la sala podría convertirse en otro tipo de consultorio, logrando que la silla neumática haga las veces de diván, encontrándose uno en una situación tan ambivalente que rodea la humillación y sobrepasa la sed de venganza. En ese momento el verdugo titulado dejará de tararear melodías de los Bee Gees para lanzar incesantemente una sarta de preguntas pelotudas a lo que uno sólo podrá responder "ahh", "hgeee", "ugmman".
(La sonrisa final y los ojos destellantes de satisfacción morbosa al ver la cara lánguida y dormida del paciente puede variar.)

Pequeñas delicias de la extracción del insano juicio.

Al. dijo...

Señor o señorita s: la humillación es el paso intermedio; entre la resignación y el pánico, y el dolor y la furia. Bien podrían haber sido los Bee Gees, pero en ese momento sonaba Billy Idol,que en estado semiconsciente claramente tiene mensajes satánicos.

(Punto aparte, me gustaría saber quien está detrás de la letra s y se esmera tanto en su comentario, que por cierto ha sido muy bien recibido)

Anónimo dijo...

Ciertamente, cada uno vive su propia experiencia. La humillación, el pánico, el dolor y la furia, generalmente se me abalanzan al unísono, sin niveles ni intermedios, dejando lugar simplemente a mi cuerpo inerte que poco más puede hacer para defenderse.
De mi bagaje dental rescaté a los Bee Gees, que sonaban increiblemente más agudos y fritangueros desde un parlante viejo de computadora -que parecía ser blanco pero se veía beige- que colgaba de la pared sobre una especie de vitrina con elementos desagradables y arcillosos que semejaban una muestra de bocas muertas. En ese tipo de estados cualquier estímulo resulta satánico.

(Soy Señor, y simplemente me esmero en cada comentario que haga en cualquier lugar. Si no tengo nada interesante para decir, no lo digo. Si creo tenerlo, me explayo. No creo que pueda ofrecerle más datos teniendo en cuenta que su perfil tampoco la descubre demasiado -bien por eso-. Pero quedo a su disposición.)

Al. dijo...

Entiendo; lo que a mí me ocurre es que nací sin ese sensor de lo que resultará interesante o no al resto, es por eso que digo tantas cosas.

Nota a mis escasos lectores que yo sé de buena fuente(?) que leen y no escriben: A mi también me gusta leer.

Anónimo dijo...

No se preocupe, que yo no tengo ningún tipo de sensor que me avise cuando algo resultará interesante o no de leer/escuchar. Creame eso.

Al. dijo...

debo admitirlo: la velocidad de respuesta pseudoanónima me aterra un poco.

Anónimo dijo...

Yo me aterraría... Pero fueron ambas casualidades...

Vont et viennent: